Gadafi is dead

Tras la noticia de la muerte de Gadafi, tal como versaba M. Marzano en su obra La muerte como espectáculo, asistimos a una especie de anestesia de la sociedad en donde la muerte de los líderes que van en contra de una hegemonía mundial es transmitida por televisión como un bálsamo, cuando de todos es sabido qué estrategias se esconden tras ello. Normalizar la crueldad no puede llevarnos sino por el camino de otra crueldad más sutil pero igual de despiadada: el pensamiento único. Durmamos tranquilos pues ha caído otra enemigo para el orden mundial, quien precisamente aprovisionaba de petróleo y armas a los dominantes que lo mantienen. ¡Quién sabe a qué se habrá negado! Osama Bin Laden, Sadam Hussein, Gadafi...ya estamos tranquilos, el terror no tiene contra.

Economías...

Cuando lo económico es lo que prima, el paradigma de los ciudadanos, el anhelo de todos...no es de extrañar que quien tiene se crea capaz de cualquier cosa dejando a un lado la responsabilidad colectiva. Buena parte o la totalidad del "capital simbólico" se echa a perder en cuestiones meramente basadas en el dinero y sus efectos. Hoy asistimos aceleradamente a la desintegración de la unidad social, en donde la colectividad pasa a ser un grupo de individualidades que no se mezclan, ni arriesgan nada por ser en común, fruto de una inversión de muchos años por parte de los aparatos de poder. 
Si tengo dinero, tengo todo lo accesorio, no necesito del otro, de las convenciones globales, de los acuerdos, de las regulaciones. Un presente que construye un futuro complejo y preocupante para aquellos que aún tenemos fe en la fuerza colectiva.

Estrategias de limpieza...




En Barcelona los servicios de limpieza en la cola de la manifestación del pasado 15-Octubre limpiaban aquello que mancha, que hace que una ciudad que vive de la imagen se sienta herida durante unas horas. El dispositivo empujaba (literalmente) a los manifestantes incluso a tener la sensación de ser sucios, indeseables, indignos. Toda una estrategia simbólica por parte del ayuntamiento para hacer ver que aquello que estaba sucediendo era accidental o que formaba parte de un acto institucionalizado.
“...Vivimos en un tiempo tan brutal, tan despiadado, que
tenemos que preguntarnos continuamente si no estamos
soñando. Incluso cuando reconocemos el dolor y la
desesperación de tantos que viven en un estado de
desequilibrios nacionales e internacionales, y aunque
nos espantamos ante el grado de explotación capitalista
y la degradación ambiental de nuestro mundo
contemporáneo, permanecemos prisioneros de la ilusión
de que vivimos en el mejor de los mundos posibles...”
(Peter McLaren, 2006)