"En definitiva, lo que pasa es que hay odios de diferentes calidades. Ese que se atribuye a los independentistas es un odio malo, rencoroso y sectario porque quiere romper España. En cambio, el odio que se expresa en brutalidad policial, en la demanda de "hostias como panes" y "cárcel o paredón" para políticos electos, en el desprecio a nuestra lengua, este es odio bueno, porque mira por nuestro bien. He aquí el verdadero problema, y no la declaración de independencia."

Joan B. Culla, historiador y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona

Futuros inciertos

Expone Larry Wilson, director del Pecas River Learning Center que la mayoría de las personas encuentras en su vida numerosas situaciones en las que sencillamente no están dispuestas a dar el primer paso. Pero si aceptan dar ese primer paso, todo lo que sigue será bueno. 

Es cierto que en este país nos ha costado mucho manejarnos en la incertidumbre y que somos una sociedad, la española, reaccionaria y que rebusca siempre en el pasado como modo de construir el futuro. El error parecería obvio en este aspecto, pero no hay nada como conocer la propia Historia de uno, de su entorno. Y la española no es para menos. 

Cataluña está queriendo dar un paso hacia delante, hacia un futuro incierto, complejo, inexplorado y se encuentra con el miedo, la angustia y el freno de un Estado capaz de cualquier patraña con tal de impedirlo.

El progreso y el avance social serían dos fuerzas imparables sino fuese por la entrada en escena del miedo y el temor a lo desconocido. Se han ido generando movimientos en ambas direcciones en esta última década, en donde el avance social coloca su deseo en una realidad futura pero incierta, topándose con un miedo que trata de calar en el tejido social ayudado por mecanismos de comunicación y difusión.

Toda esta cuestión no se reduce a una dualidad, sino que es mucho más complejo puesto que la sociedad suele generar movimientos informes y sin rumbo fijo pero siempre con una inercia clara, la del avance. Arcaica sería aquella sociedad cuyos movimientos sociales buscasen el retroceso. Es quizá eso lo que está pasando ahora, lo viejo y lo nuevo viéndose frente a frente, aunque en realidad se traten de dos dialécticas muy diferentes y direcciones opuestas, por lo que el anhelado diálogo del que tanto se habla en estos días está truncado. 

El músculo social catalán

Encima de la mesa se encuentran todas y cada una de las piezas que componen este compleja partida que es el tema de Cataluña. La gente, los ciudadanos, los que deambulan sus calles, han vuelto a mostrar la pasta de la que están hechos: el seny, el sentido común. Esta población ha sido educada e instruída en ese sentido común durante toda su larga Historia y en momentos de emergencia lo saca a relucir como colectividad con todo el desparpajo que sea necesario. También es cierto que aquellos que han conocido únicamente el miedo y la represión airean estos días sus comentarios sobre Cataluña con un inusitado descaro (muestra de ello son las declaraciones del roído personaje A. Guerra, que ha tildado a la educación catalana de prefascista).

Numerosas consignas y vítores han sido coreados y escuchados en estos días en las múltiples movilizaciones que han puesto de relieve la repugnancia a la violencia como modo de espectáculo de poder. 

Los peones de esta partida ya han hecho su movimiento, movilizándose como músculo social informe que pone en grito en el cielo sin importar dónde vaya a parar. 

No es una cuestión política o independentista sino humanista. La sociedad entiende que ciertos mecanismos internos son intocables, y la dignidad es uno de ellos. Sudor, sangre, lágrimas, todo ha formado parte de un espectáculo conocido en este tipo de situaciones, poco sorprende. Lo que se está jugando es algo más, pero esta vez le toca mover ficha a las piezas que están detrás de todo esto. Señores, a trabajar. Nosotros ayer ya lo hicimos...