En estos momentos recurro a los grandes de la Sociología para tratar de vislumbrar cómo se llega a una situación social tan extraña. Ante un confinamiento quasi global, ¿dónde está el sentido crítico?
Norbert Elias, en su Humana Conditio, afirmaba que, el mundo tal como es en realidad, no se corresponde en absoluto con los deseos humanos. Cuando se dan cuenta de esto, muchos retroceden ante la verdad. Prefieren mecerse en sueños, en fantasías. 
¿Qué podría ser sino la avalancha de información que provoca internet en estos momentos? La pura evasión ante la realidad de que se nos está negando la libertad (ahora hasta de circulación). ¿Qué coste psicosocial tiene o tendrá esto?
Este mismo autor consideraba que la tendencia actual a rehuir del conocimiento de la verdad era nociva y peligrosa...
Ante una situación sin precedentes, las argucias a las que recurren las empresas de comercio electrónico no pueden ser sino tachadas de bizarras cuanto menos: "Repostería para el confinamiento", "Camisetas anti-virus -envío gratis!-", "50% descuento en remedios para reforzar el sistema inmunológico"...denigrante. La maquinaria consumista nunca cesa su incansable marcha hacia el despertar del deseo ajeno...

La alarma generada ante los acontecimientos es la consecuencia de una sociedad que, como Bauman asegura en su obra Confianza y temor en la ciudad, se ha organizado en torno a la búsqueda infinita de protección y al anhelo insaciable de seguridad. Seguridad que el Estado parece querer proveer con la base de ese deseo social.
Ante todo ello, el ciberespacio parece ser el verdadero domicilio de aquellos que lo defienden como modo alternativo de comunicación e interacción, y ahora pretenden dejar de lado las emociones complejas y contradictorias que puede provocar esta situación. Negando, de nuevo, lo que es realmente humano: la emoción. Cuidado...no olvidemos lo que somos.

A propósito de la STOPidez dominante

En unos días realmente difíciles de digerir, donde un virus hace estragos en la vida social, me viene a la mente  las palabras de Debord, a propósito de la estupidez que supone la banalización de una emergencia sanitaria como la que vivimos en estos días mediante el re-envio masivo de videos superfluos y estúpidos a través de los móviles y las redes sociales. Así, Debord  afirmaba que el espectáculo, considerado en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto de un modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real ni su decoración superpuesta. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. 
Poco más que añadir.