Ayer leí, en voz de alguien próximo: "Cuando nos vamos ¿todo se va con nosotros? Entonces ¿qué queda?" Lo que hayamos hecho, lo que dejamos como legado. Y si te has dedicado a sobrevivir, es muy difícil dejar algo que tenga reconocimiento.

Si estás abajo, es complicado. Te queda la sencillez de la aceptación de la huella que imprimas en tus hijos. Todo queda resuelto en el personalismo individual. Así la perspectiva de los que están abajo se limita, no hay una trascendencia en la cotidianeidad. Ella misma lo es. El bien común se busca desde otra óptica. La lucha entre lo colectivo e individual se forja en los corazones de los hombres, de los de abajo.

Los de arriba ya trascienden, no luchan ni sobreviven. Se pueden permitir, si lo desean, ir en busca de aquello que para los de abajo es lejano. Así, la distancia hacia lo trascendente se alarga o acorta dependiendo de donde estés: arriba o abajo.

Abajo luchas, sobrevives, te autoconvences, buscas tu huella en la descendencia. Arriba te despreocupas, flirteas con la trascendencia, vives.

La lucha por el bien colectivo bien podría decirse que se ha dado históricamente abajo de forma más frecuente. Sin embargo también arriba, donde la colectividad se tiene muy claro qué es, a quien abarca, cómo se define,...
Abajo la colectividad es informe, cambia, hoy son unos y mañana otros. Pero hay un ideal, también cambiante, que señala la búsqueda o anhelo de la vivencia. Pero para ello quizá sea erróneo pensar que todas las batallas por deshacer las injusticias son necesarias. Es imposible, son demasiadas: despaparecen unas y otras surgen. Hay algo crónico en esto.

Mientras que arriba existe un dogma, imperturbable: la persistencia del status, por ley casi natural, porque así ha sido siempre. Muy pocas veces existe amenaza.

Abajo vivir es un horizonte al que llegar, mientras se carga a la descendencia con ese deseo mantenido por ley también natural, ya que siempre ha sido así. Harto complicado supondría liberarse de este legado aquí abajo. Si en definitiva todos tenemos más o menos, el deseo de vivir y de trascender, es quizá necesario transgredir los órdenes de lo que arriba y lo que es abajo. Analizar en profundidad qué dinámicas de cronicidad hacen prácticamente imposible una movilidad social. Claro ejemplo sería la corrupción, la apropiación de lo ajeno como normalizado, dignificado por el hecho del entorno que lo rodea: arriba. Aparecen de este modo, en política, nuevas maneras de mantener el status.  Habría que ver si desde abajo están surgiendo también otras formas de liberarse de ese status crónico.