Esos absurdos tecnócratas...

que se cuelan en las conversaciones cotidianas, en los salones familiares, en las decisiones de pareja, en las reuniones de vecinos. Que han conseguido pintar una sociedad del color más neutro e insulso. Nos hemos dejado llevar por la absurda cantinela de la economía, como si fuese lo primordial porque no hay otra cosa que hacer más que consumir y pensar en hacerlo, porque hay que hacerlo. Los adolescentes crecen rodeados, por derecho, de tecnología que dista mucho de ser inocente. Las familias viven una fase liminal de impotencia que les abruma, en donde se trata de tener lo que se debería de tener...Esos absurdos tecnócratas que también están a pie de calle, que se metamorfosean en aquellos que adquieren un discurso vacío pero que llena las calles en vez de las alcantarillas. Ya no se trata de abarrotar las plazas de ideas, se trata de defenderlas, aplicarlas y hasta imponerlas, porque la batalla lenta ya está perdida...  ¿Dónde ha ido a parar la fe en la fuerza social? ¿dónde ha ido a parar la confianza en el instinto, en la certeza de las intuiciones? ¿En el ciudadano? El post-mortem-nismo que nos invade es algo feo, incoloro, invasivo y destructivo. Jamás hubo tanta infelicidad en la atmósfera, ahora es el momento de tornarla en rabia, en acción y en dirección, sin dudas.


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