La odisea generacional o la putrefacción de la clase obrera

La conocida modernidad líquida de Bauman pareciera tornarse ya en gaseosa. El salto generacional desde aquellos que en la época de la transición española trabajaron por una sociedad más justa y mientras hacían su dinero gracias al trabajo, hasta la actualidad donde como Maalouf sostiene se produce una modernidad impuesta a la fuerza que mantiene a una generación posterior con ocupaciones y trabajos precarios, ha generado un modelo en donde nunca es suficiente la formación que cada cual ha ido cultivando, y no es ésa una manera de mantener al personal laboral reciclado o actualizado, sino que actúa como un filtro selectivo dado que no se sostiene de ningún modo este estado del bienestar que proclaman las clases políticas.

El mercado inmobiliario, sostenido por todos, los que especulan y, los que no tienen más remedio que entrar por el ojo de la aguja de las abusivas condiciones si quieren tener un techo, se encuentra en un momento de fragilidad según sostienen algunos expertos. Esta vez ha sido la demanda de alquileres que ha generado una burbuja que muchos hinchan a pulmón vivo. Las grades ciudades exportan su modelo hacia las periferias y ello genera el mismo efecto de ahogo en los arrendatarios aunque desde sus ventanas se vea el verde de la montaña o el gran azul del mar. Éste no es sino uno de los efectos de este salto generacional, en donde los propietarios actuales -pertenecientes a esa época de transición española- viven de las rentas que les generan las propiedades que a bien pudieron adquirir en un momento en el que el mercado lo permitía. Hoy, como hormigas al azúcar, nos convencemos de que esto es lo que hay y aceptamos cualquier abuso en este aspecto, ya sean los precios o las condiciones. 

Pero una situación así es poco sostenible desde el punto de vista psico-social, puesto que la base de los sueldos no fluctúa al alza como lo hacen las tarifas de alquiler. Es posible que por ello, cada día más personas estén medicadas con antidepresivos (somos segundo país del mundo en su consumo) o los trabajos en negro y sobre negro estén en máximo auge.

La vergüenza de esta situación y el encogimiento de hombros colectivo es un riesgo muy alto en la salud colectiva de nuestra sociedad. Y eso no se cambia ni con seriales nocturnos ni con drogas, se cambia con voluntad social férrea, que ya no política, ellos están muy entretenidos dando vueltas a su rotonda de propuestas de gobierno.

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